El domingo por la noche volví hablar con mi papi, como en los viejos tiempos (exagero pero para mí estos doce o diez días sin oír su voz fue como si hubieran pasado muchas semanas, casi meses, él tiene sus motivos y en algún momento he terminado aceptando su negativa para hablar conmigo). Mi conciencia se vio envuelta en un erial de sentimientos, yo extrañaba a mi padre, yo me había portado mal y él sufría mis miedos, me dijo lo correcto muchas veces, pero otras por inmadurez no pude seguir sus recomendaciones aunque siempre es tarde cuando ya me doy cuenta que debí hacer lo que él dice; sé que algunas cosas no están bien pero las hice, no quiero perder a mi papi me dije un día llorando su indiferencia, llorando las peores cosas que hice, sin embargo en contraste a ese esporádico silencio que hubo con mi padre, estuvo el afecto infinito de mi mami el que hizo levantar en algo mis desalentados ánimos, a veces me veía como un niño (aunque por los últimos sucesos pareciera que si ) no sabia como poder alegrarme con mi papi, nadie sabia lo que su abulia generó en mí y viceversa aunque creo que estos días estuve pensando mucho en mis padres, en algunos momentos fui escéptico como alguna día leí por ahí que si te ponen fronteras o limites te los ponen para traspasarlos sin embargo la voz de mi mami, la que esa semana escuché mas seguido me hacia cambiar de opinión y todo volvía ser como debe ser, ellos son mis padres y están para respetarlos para hacer lo debido… Me vi en el espejo me había crecido la barba, mis cabellos estaban desordenados y la tradicional caspa no podía faltar, no quería estar hecho al olvido me encerré en la ducha por mas de cuarenta minutos, de nuevo pensando en ellos, jugando y cantando, corrigiendo en algo los ánimos, prometí hablar con él ya era tiempo de llamarlo y decirle lo mucho que me hace falta hablarle y que acepte mis disculpas…
Esos días fui prisionero de mi mismo, me agobiaba la tristeza, su tristeza… no podía ser sincero quería regresar a la confianza de otros días pero la soledad y el mutismo que había generado no me dejaban hacerlo… estoy seguro que mi papá sufría mas que yo. Hasta que el domingo por la mañana hablamos de casualidad, mi hermana no estaba y contesté el teléfono, automáticamente noté la extrañeza de volver a oírlo después de muchos días, “hola papi como estas” le dije, temiendo una reprimenda que de por si sería justa, hablamos con aires de reconciliación entonces escuché en el fondo de mi ser el sonido de una canción que me hacía pensar mucho mas en él; vi en el espejo otra vez mi imagen, mi papi me hablaba con más ganas y se le notaba, se sentía como yo y las palabras coincidían eran las que yo quería decirle (es que somos tan parecidos) y hablaba un poco bajo para que nadie allá en el teléfono comunitario de donde me llamaba, se diera cuenta; me cayeron dos gotas luego tres y se vinieron rodando por mis pómulos, circundaron mis mejillas y terminaron goteando sobre el tapete del teléfono, solo le decía papi tienes mucha razón y él seguía hablándome me dice que a él no le importa lo que había pasado pues él sabe que no hay bien que por mal no venga, otra vez disculpa le dije (yo era el que lo perdía por las cosas que hice) - ya hijo - habló con una voz adormecida luego me dijo que haga lo que me había encomendado y que por la noche entraba con mi mami a internet para chatear un poco; se me liberaron por fin las angustias…
Todo el día la pasé pensando en él y por la tarde fui a dejar unas magnolias en la tumba de mi abuelita y le conté lo que ha pasado (que ensimismado estuve esos días pensaba que hablando a solas frente a la tumba de mi mamá Bertha podría aliviar un poco mas mi maltrecha conciencia) la emoción de estar ahí matando la dominical tarde me hizo recordarla una vez mas, creo que era la millonésima vez que lo hacia, la escuché decir con una voz sublime “pequeño diablo” , sí abuelita tiene razón pero ahora ya no estoy tan pequeño ahora mido ciento setenta y dos centímetros, le hablé, entonces me sentí otra vez agobiado y sentí esa compunción de los días anteriores, me limpié el copioso llorar que se veía venir ya que no quería como en la mañana que las lágrimas se me vengan rodando por mis pómulos, circunden mis mejillas y terminen goteando allí en la vereda del cementerio al frente de la lápida de mi abuelita… aunque quise evitar el lamento, no se pudo, sentí como se viene la sangre a la cara y se calienta mas de lo normal, ceñí la entre ceja y estuve cabizbajo como diez minutos…
La tarde se iba terminando y esa malacostumbre del clima de darle por hacer frio cuando ya es primavera cuando el verano ya debe ir seduciendo envolvía sin respeto alguno (no me fastidia al contrario me gustan los días que parecen de invierno así friolentos siempre me han de simpatizar no del todo pero me hacen recordar en los buenos tiempos en Angasmarca). Estuve de vuelta a la casa y quise caminar unas cuadras. A la salida del cementerio ya un poco mas tranquilo alucinando, planeando ser el niño modelo que mi familia espera, saboreando mis mentitas (las mismas que compro cuando estoy por la universidad, las mismas que un viernes ocho de septiembre a las siete de la noche compré para no cansarme de esperar a mi doctora corazón, -que por cierto jamás llegó- hasta ahora la espero es un imposible ya…) miraba la gente que salía en familia del campo santo, en cambio yo solito y con los ojos enrojecidos y con los latidos del corazón que se oían marchitos con las manos en los bolsillos siendo presa de un suspenso que me decía que todo era mi culpa aunque ya estaba enmendado, la conciencia acusa, más si son las seis de la tarde como que a uno le dan ganas voluntarias de estar triste… Atrás mío pasó una camioneta muy grande y de lujo, sé que modelo es y el año de fabricación también (mi afición por los carros) me quedo mirándola, la conduce un señor como de cincuenta años, a su lado va una señora como de diez años menos que la de él sus cabellos eran rubios llevaba gafas negras y un saco elegantísimo; en la parte posterior van dos niños los miro sin el menor caso sin embargo por mi lado derecho pasa a toda carrera un niño como de cinco años, le hace señas al señor diciéndole que pare y que por favor le dé su propina por cuidar de su carro, el señor
frena le dice que no hay nada que no fastidie, el chiquillo le dice que al menos se merece algo por la limpiadita que le dio al carro y del bolsillo de su risible bermuda saca una franela mugrienta se la muestra y le pone cara de tragedia, el señor quiere arrancar pero su esposa le dice que le de algo aun así el sórdido señor pisa su acelerador y nos deja en la escena, el niño me miró yo no pude darle explicaciones y le di unos centavos me agradeció y decidió marcharse entonces viene corriendo otro niño le da otros centavos más le dice te manda mi mamá gracias por limpiar la camioneta y antes de que el pobrecillo niño le de las gracias el otro chiquillo se fue mas rápido de cómo vino, le di una palmadita al chiquillo está dando el negocio le dije, pobrecito se fajó otra vez su bermuda (es que era muy grande, me supuse que era de su hermano mayor o que se la regalaron por compasión) cogió su franela mugrienta y se fue despidiéndome una gran sonrisa a pesar de su carita sucia y de sus ojos tristes esa tarde encontré un tantito de esperanza -la que precisamente necesitaba- mis latidos ya no se sentían marchitos como hace unos minutos y más allá compré una botella con agua mineral y cincuenta céntimos de mentitas, con los traguitos aquellos empecé a disolver mi tristeza, tomé el micro hacia la casa y los indicios de un Juan Carlos risueño empezaron a ser…
Como lo esperaba, mi papi entró por la noche para chatear y hablamos como si nunca hubiera pasado nada… nos quedamos hasta las once, nos vio por cámara web, estuve feliz, desde luego él y mi mami también, todos (era una justa reconciliación). Ya días después me quedé pensando en lo que pasó aquel domingo y me vi en la obligación de guardar ese recuerdo y plasmar con las letras de mi utopía la sonrisa mas sonrisa que he visto últimamente, la del niño del cementerio, ni siquiera sé quien es ni su nombre ni nada, pero a él le debo esta satisfacción de ser el de antes y de vivir la vida con tranquilidad sonriéndole a mi familia escribiendo en la madrugada en la mañana en la tarde de cómo la paso y contando mis días grises cuando no había podido hablar con mi papi.
Hace diez minutos me llamó al móvil me dijo que por la noche entraría para chatear un rato, le dije -ya papi te espero- estoy alegre porque por las noches hablo con mi familia y porque la esperanza llega de unas maneras tan lindas, ya completé tres paginas ni yo me lo esperaba…
Trujillo 28 de noviembre de 2007