Hace algún tiempo, cuando hicieron irse de la casa la hermana Esther, - sin saberlo- muchos días después cuando volví de Angasmarca; subí corriendo muy aprisa, pensando en que todo fue mentira y que al abrir la puerta nos encontraríamos otra vez, pero no había manera de que mis deseos se hicieran verdad, encontré los cuartos del fondo vacíos, los sofás apilados, estaban medio atolondrados, las gemelas me contaron como fue todo, aunque aquella penosa partida ya se veía venir , me senté a extrañarlos una vez mas donde el mueble débil que al mismo tiempo daba crujidos como de bestia mitológica y me dio pena recogí unos ganchos de ropa, levantaba la mirada y ya nada había ni siquiera su cocinita a querosene entonces la necesité un poco mas.
Se marcharon como a las tres de la tarde, el hermano Manuel vino con una camioneta para mudanzas; me supuse que trajo una de esas destartaladas camionetitas que están filadas, a la vuelta del pasaje Zarumilla, por aquí cerca nada mas… Con angustia en la voz, mi hermana iba describiendo los incidentes, del día en que se tuvo que ir mi otra mamá. De repente empacaron, y unos días antes ya estaba todo planeado, el hermano Manuel consiguió un departamento por la avenida América, todo estaba ya arreglado para que se mudasen uno de esos días, sus dos hijos, cada uno con sus pertenencias bajaron las cosas hasta el jardincito mientras llegaba la camioneta, mientras disimulaban su tristeza por marcharse de nuestro lado... Dice mi hermana que hubo de todo, que abajo intentaron ser diplomáticos, aunque no pudieron, los vieron recogerse al carrito que era del año sesenta por lo menos, y se fueron, ellas inventaron una postura de valentía sin embargo no soportaron... ni bien el carro volteo la esquina ellas sumisas a su dolor, se echaron a lloriquear pensando que ya no habría noches de café, mañanas a su lado, en fin ya no iba ser lo mismo, jamás!!! Aun hoy no es lo mismo, se marchó la hermana Esther, se alejó... y nuestras miradas nuestras expresiones estuvieron vacías algo ajenas no admitían sonrisa alguna, era como si nos quitasen a nuestra verdadera madre...
Sin embargo luego de echarlos de menos y de adjuntarnos la tristeza que dejaba su partida, nos dimos cuenta que habían dejado a su suerte a un gato así medio enjuto, y por mas decirlo huraño, obviamente tuvimos que hacernos cargo del peludo amigo… Los primeros días vivió desconsolado llorando sus noches, maullándole al crepúsculo hasta la fatiga, en el día se escapaba, por entre los techos del vecindario, algunas veces me daba lástima y le traía algo de comer, el muy orgulloso se marchaba y repudiaba los tallarines con atún que le ofrecía, y como rutina, mas de las diez de la noche volvía a disipar sus ahuecados maullidos parecía poseído, a veces me daba un poco de terror salir a callarlo; es que ya era de madrugada y el felino seguía extrañando a su antigua familia…
En medio de tantos trajines y dificultades, las semanas próximas aprendí a soportar los desgarradores gritos nocturnos del que en adelante sería mi mascota más entrañable… Era una de esas tardes húmedas, medio extrañas, parecía que eran las seis de la tarde cuando en realidad eran las tres, habían pasado meses desde la partida de la hermana Esther; el gato había desaparecido; pensamos que migró a mejor vida y como de costumbre me detuve a lustrar los zapatos donde el sofá que daba crujidos como de bestias endemoniadas y como si un fantasma me rodeara, lo vi llegar herido maltrecho, la cola rechinada, y más mucho mas demacrado que siempre sería el hecho de no haberlo visto en semanas me llamó la atención porque hasta sus maullidos estaban desgastados, era una mancha de pelos, arañazos, y mirada enfermiza, hasta el verde de sus ojos elegantes y seductores, miraban alicaídos de tal manera que daba unos pasos deprimentes tan abatidos como lo era su salud entonces me acechaba con sus ojazos interfectos y con extremo cuidado me rondaba cínicamente por entre la pared del tragaluz… (misho misho misho) –le decía- parecía que venía hacia mí pero para su seguridad retrocedía consumiendo la poca energía que le quedaba…
Me quedé asombrado, por la capacidad de supervivencia que había tenido, eran casi dieciséis días –desde que lo echamos de menos- anduvo perdido, le hice gestos como llamándolo, enseñándole un poco de comida, sin embargo fiel a su frivolidad me volteaba la mirada, e intentaba dar un salto hasta sobre el marco de la puerta, me dio miedo, pensé que no podría hacerlo, al verlo en tan patético estado, y como si mi pensamiento hubiera sido su advertencia, no lo hizo su cansancio fue extremo, los daños sufridos durante su aventura, eran determinantes, pobre gato me dio pena y lo ayude a bajar, le puse el tazón con comida, y lo sostuve un poco apretado, porque el pobre quería salir disparado –fueron intentos vanos- porque las pocas energías que le quedaban eran para respirar y mantenerse consciente… Así fue que tuvimos el primer contacto, me dio tristeza verlo agonizante, le dije: “ ya gato yaa, ven…” el pobre animal, pensó que era su final y se arrepentía de ser gato, y no hizo mas intentos y se cobijó entre mis brazos según el a esperar lo que pase, esperar su muerte…
Lo acomodé entre un rincón del pasadizo, en medio de unos harapos, le di unas cuantas migas de pan y lo dejé ahí tirado semimuerto, el pobre atosigado se envolvió como un ovillo hasta que en minutos ya estaba mas dormido que una roca (continuará…)