ANGASMARCA

ANGASMARCA
Conoce el maravilloso pueblo de Angasmarca

VILLA AZUL

VILLA AZUL
Conoce un lugar Maravilloso

MEMORIAS... el tiempo del terrorismo (PARTE I)

sábado, 10 de octubre de 2009



Decíamos:

- Angasmarca… Angasmarca, ya llegamos, ya llegamos!!! Ya llegamos a Angasmarca… arre!!! -

Al principio mis hermanas, luego yo, luego todos… era aproximadamente el año mil novecientos noventa y tres (prometo corregir las fechas cuando le pida una pista a mis padres)

En esa época la carretera se encontraba en un estado catastrófico, el bus que nos trajo desde Trujillo nos dejó en Cachicadán, un pueblo a tres horas de Angasmarca y en consecuencia el viaje debió de continuar a lomo de caballo, bueno al menos yo y mis hermanas… porque mis padres y un señor que nos fue a esperar al que por esos lares es llamado arriero (de los que ahora se han extinguido prácticamente) tuvieron que caminar, guiando la diligencia, controlando el caballo y el asno que mis hermanas y yo montábamos, hoy al recordarlo siento cierto pavor. Como no si mis hermanas apenas tenían tres años y yo cinco y desde luego no era cosa de juegos montar un caballo por esos empinados, polvorientos y serpenteantes caminos que nos conducían a Angasmarca, al Angasmarca de nuestros amores…

Para un niño todo es felicidad, para un niño no hay adversidades… quizá empezó a llover, quizá el camino era el más calamitoso de todos, eso no importaba, porque éramos felices caminando hacia Angasmarca, sobre todo mi padre que junto a nosotros (como decenas o tal vez centenas de Angasmarquinos) había escapado huyendo de la barbarie ocasionada por sendero, ahora al volver, al sentir esa seguridad que daba el establecimiento de una base antisubversiva del ejército peruano en el mismo Angasmarca, hacía que la confianza y la esperanza de paz renazca y en consecuencia por cada paso que dábamos, en nuestros rostros se dibujaban ciertas sonrisas, eso sí todo era con disimulo porque la verdadera explosión de carcajadas sonrisas y más risas iban a ser cuando al fin pisaríamos las calles de Angasmarca, cuando al fin habríamos de estar en nuestra casa… en nuestra casita.

Yo que en ese verano había aprendido a leer, no comprendía eso de que: “viva la guerra popular” ni mucho menos sabía quién era ese tal “Gonzalo”… no cabía en mí el por qué pintaban las casas si esos pueblos eran lejanos, solitarios ¿Qué gente podría leer esos anuncios? aunque por las conversaciones que tenían mis padres y todo mundo, sabía que eran los terroristas, los terrucos… los que un año atrás cuando estábamos en Angasmarca:

Irrumpieron en el pueblo para hacer su mitin y azuzar a la gente… justo ese día mi abuelita Bertha estaba horneando pan (su pan de insuperable sabor) y la puerta sonó dos tres veces no lo sé porque en esos días no sabía contar quizá tuve cuatro años… fueron a pedir pan y mi abuelita condescendiente les dio todo lo que solicitaron. La puerta cerrada, mi mamá cargaba en la espalda a una de mis hermanas, mientras mi abuelita hacía lo mismo con la otra y yo cogido muy fuerte apretaba la mano de mi madre, mientras en la calle se escuchaban los gritos de esos señores que entre sí se decían compañeros…

-hija el Juan no viene- le decía mi abuelita casi llorando a mi mami…

-seguro se ha escondido por ahí ya no demora – daba aliento mi mami

Yo calladito, mis hermanas mudas como si en ese instante alguien nos hubiera advertido que no deberíamos hacer el menor ruido, como si fuéramos conscientes de que esos señores que arengaban en la calle eran los chicos malos del filme… y yo forzadamente intentaba sacar mis conclusiones pero era imposible y en lo único en que podía ayudar era con mi silencio… Mi abuelita se subió en el terrado para ver entre las rendijas de las tejas, para ver a su hijo quien sabe podría estar ahí en medio de los jóvenes desafortunados que habían sido reclutados para formar parte de los compañeros. Felizmente mi papi esa tarde había salido a la chacra de mi abuelita y por ahí había conseguido un escondite y gracias al cielo no cayó en manos subversivas…

Ellos eran los que pintaron todas las fachadas de las casas que pude divisar a lo largo del camino, ese color rojizo ocre, me llenaba de temor sin embargo verlo a mi papi seguro de sí regresando a su tierra después de estar meses exiliados en Trujillo, era lindo y sus pasos cada vez eran más firmes y moríamos por llegar a la asomada para al fin ver a nuestro añorado Angasmarca… techos naranja, arboles y el río discurriendo al pie del gran peñón al pie del hermoso cerro de Angasmarca.

Líneas arriba, decía que para un niño todo es felicidad aun en los momentos más críticos porque de hecho ese inmemorial viaje que ha quedado grabado en mí, tan claro como este vaso de agua no fue algo maravilloso no obstante yo niño mis hermanas niñas mantuvimos con alegría a nuestros padres que optimistas nos regresaban al pueblo de nuestras vidas, a esa Villa Azul, a ese pueblo entre águilas…jugábamos veíamos los campos verdes , el cielo despejado lleno de nubes por la tarde, nubes como si fueran blondas como si fueran algodones, de repente una bandada de palomas o tal vez un rebaño en alguna ladera… nosotros chiquitos conociendo tan prematuramente el odio de los grandes, llenando por nuestros ojos las expresiones del terrorismo. Yo a mis cinco años ya sabía que la hoz y el martillo era el dibujito de los malos, ya lo sabía y desde luego ese recuerdo ha quedado fosilizado en mi mente…

-Tu papi perdió peso, estaba demacrado, no estábamos trabajando y la situación era difícil, por eso salía a distribuir lejía con el señor Antolino, salían en una camioneta o en triciclos- Habría de decirme mi madre años después cuando tenía doce años y claro yo si me acordaba pero no decía nada como para que la pena de mi mami no sea tanta al pensar que yo niño a la edad en que paso todo eso ya iba registrando en un fichero especial todos esos recuerdos de los meses que pasamos en Trujillo escapando del terror subversivo que imperaba en Angasmarca…

Dicen que fue como o éxodo porque muchos de mis familiares y contemporáneos tenemos historias similares… siento honda nostalgia al pensar en esa fuga obligatoria que los Angasmarquinos tuvimos que hacer con el fin de salvar nuestras vidas, sin importar que allá dejábamos amigos (los que no podían escapar o viajar y se quedaban a sufrir la barbarie), las casas con llave, trancadas por dentro con palos, por fuera con un candado, los animales domésticos encargados, regalados o muertos, sinceramente una verdadera calamidad, será por eso que hasta el día de hoy cuando lo recuerdo comienzo a llorar…

Continuará