
Ningún octubre en lo que me queda por vivir, volverá a ser como el que vivimos en el dos mil cinco, caminando esas calles, conversando en esos parques, dando una caminata por la universidad alucinando que el amor había llegado… con un vino de por medio.Digo “vivimos” porque, Rahiza Jurema Pereyra Vásquez y yo nos conocimos de una forma tan vertiginosa, tan precipitada...